sábado, 12 de marzo de 2011

Tres son multitud

El bueno, el feo y el malo... Pepi, Lucy y Boom... tres tristes tigres, las hijas de Elena; Fauna, Flora y Primavera... rojo, amarillo yyyy verdeeee... la santísima trinidad, Tricicle; primero, segundo y postre... los tres cerditos, el trío calavera, el grupo Lalala, los tres mosqueteros (el otro era un niñato acoplado)...

Tres, un número especial, con un algo de cosmicidad y comicidad. Una cifra que marca la diferencia, que rompe la paridad, que desafía el equilibrio de las cosas, o por el contrario, equilibra extremos opuestos aparentemente imposibles de conciliar. El tres también es riesgo, pues en ese desafío que a veces supone, los seres humanos se embarcan en vorágines amatorias, triángulos bizarros de amor y odio, de lujuria incontenible e inconformismo. Lanzados en tumba abierta hacia lo prohibido e irresistible, aun a sabiendas de que el desenlace final estará escrito con renglones torcidos y borrosos, sin perdices que comer.

Pero el ser humano es así, incontenible, inconformista, puede que de espíritu ternario. Y en el mundo de la música, en el del rock para ser más exactos, encontramos ejemplos a lo largo de la historia que vienen a refrendar todo lo que estamos comentando con anterioridad. Artistas y bandas que, en formación de trío, han supuesto aportaciones geniales al devenir de la música popular. Y como resulta que la música es una de mis grandes pasiones, como ya sabeis, me gustaría hoy hacer un pequeño homenaje a esos tríos que, desafiando lo establecido y asumiendo riesgos, han demostrado que tres valen por seis.

Tendríamos que remontarnos a los benditos años 60 para encontrar al primer supergrupo de la historia. Cream apostó por el formato de trío, contando en sus filas a la guitarra con un tal Eric Clapton, Ginger Baker en la batería y Jack Bruce en el bajo. Esta tipología clásica (guitarra, bajo, batería) se iría repitiendo a lo largo del tiempo, aunque ya veremos alguna honrosa excepción. Eran años de psicodelia y experimentación, y sin duda la música de Cream destilaba ambas.

 

El gran Hendrix también apostó por hacerse acompañar tan solo de un bajo y batería para desplegar todo su arsenal de pirotecnia y efectismo, todo un precursor e innovador de la guitarra. El blues y el funk traspasaban las fronteras y se convertían en andanadas incendiarias musicales.


Ese triunvirato eléctrico en ocasiones se altera, como en el caso de Emerson, Lake & Palmer, en el que los teclados abanderan el protagonismo sonoro, con el rock progresivo como telón de fondo y con grandilocuencia casi orquestal. Fenómeno de masas, tan excesivo como fundamental.


Herederos de la tradición sinfónica y progresiva, y aún en activo, Rush es otra de esas bandas de culto que tienen en el directo su mayor activo. De nuevo se vuelve a demostrar que tres músicos en escena se bastan y se sobran para proporcionar a la audiencia un espectáculo de rock con mayúsculas, con tanto virtuosismo como energía desbordante.


Surgen nuevas bandas, ya encaminada la decada de los 70, con nuevos estilos tan dispares como efectistas. ZZ Top practican un boogie-rock genuino y contundente, y pasarán por siempre a la historia por su estética de barbas y bigotes superlativos. Tres tejanos incombustibles.


The Police irrumpieron como un huracán en el panorama musical de finales de década, como complemento perfecto al movimiento punk, tomando la energía de aquel, pero aceptando sin complejos la influencia de otros estilos. Sin duda un grupo de los imprescindibles, con una vida efímera en lo discográfico, pero con un legado más que fundamental para todas aquellas bandas que han hecho de la fusión una manera de entender la música.


Lo cierto es que los eternos 80 no aportaron nada especialmente relevante al mundo del rock, en lo que a los tríos se refiere, claro está. Es en la decada siguiente cuando hace su aparición una banda que viene a revolucionar el panorama musical, emblema de una generación incipiente, tan insatisfecha como desorientada, necesitada de una excusa para canalizar la rabia contenida y reverenciar nuevos ídolos con los que identificarse. Nirvana era todo eso, y además supuso todo un fenómeno de ventas y de masas, una vorágine de éxito que termino por devorar la figura de Kurt Cobain, tan irresistiblemente desgarrador como melancólico, y a la postre, tan frágil y desválido que acabó siendo víctima de sí mismo.


Y ya en este siglo, el trío más mediático y aglutinador, Muse, abanderados de una generación tecnológico-dependiente, insospechados en sus propuestas y espectaculares en sus directos, fieles herederos de glorias perecederas capaces de llenar estadios y de globalizar los oídos de millones de personas a lo largo y ancho del globo.


Para terminar, no quería abandonar mi paseo por el apasionante mundo del "tres en rock" sin hacer mi humilde y sincero homenaje a una banda española, Psicotropia, seguramente desconocida para la inmensa mayoría, pero merecedora de todo el reconocimiento. En ellos se entretejen con hábil maestría elementos clásicos y pretéritos del rock con tendencias y vanguardias de la más rabiosa actualidad. Honestos y fieles a sí mismos, son animales de escenario y un servidor ha tenido la suerte de comprobarlo en más de una ocasión. Y hasta aquí la odisea musical del tres. Son muchos los que se han quedado sin nombrar: Motorhead, Placebo, Primus, Green Day, Leño... para gustos, los cólores y los números. Lo que está claro es que el tres da mucho de sí, y que el trío es un formato que siempre me ha gustado. Musicalmente, se entiende...


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