domingo, 27 de febrero de 2011

El menos común de los sentidos

Bien recuerdo de mi etapa escolar cuando se nos citaban los cinco sentidos del cuerpo humano, a saber, vista, olfato, oído, tacto y gusto. Con el tiempo el conocimiento de los mismos se engrosaba con aquella frase en la que se aludía a un sexto sentido que añadir, el más común de los sentidos, el sentido común.

De los cinco primeros poco tengo que añadir, salvo el hecho de que afortunadamente los conservo, y si bien algunos los tengo en el taller, entre todos conforman un equipo más que razonable y capaz de proporcionarme numerosos momentos de placer, deleite y disfrute, en lo que a ingerir y saborear se refiere sobre todo. En cuanto al sexto sentido, en fin, a veces se nos olvida en casa, o lo que es peor, lo llevamos encima y no se nos ocurre usarlo. Aún así, le sigo teniendo fe, no se si porque no me queda más remedio o porque la experiencia viene a demostrar que el sentido común es el que nos proporciona las soluciones menos malas... y además hicieron una película con su nombre, que quieras que no...

Pero, ay, por lo que estoy realmente preocupado es por el devenir del que, considero yo, es el séptimo sentido, en grave peligro de extinción y en situación crítica. Me estoy refiriendo al sentido del humor. Y lo pongo en séptimo lugar por no enredar, porque creo que precisamente debería ser el motor de nuestras vidas, la piedra angular de ese proyecto que llamamos vivir. Que no hay humor, vamos...

Habrá quien dirá que claro, con esta crisis no estamos para bromas, que si el paro, el precio de la gasolina, la subida de la luz, y un sin fin de contratiempos y amarguras con las que tenemos que convivir y que, por lo visto, nos impiden sonreir, o mejor dicho, no nos dejan buscar el lado cómico de las cosas. Porque todo tiene un lado cómico, sin duda. Os contaré algo, que algunos es posible que ya sepais. Resulta que en 2010 fuí padre por segunda vez. 

Nicolás se asomó a este mundo amargo y aparte de traer su pan debajo del brazo, también nos vino con alguna sorpresilla más en forma de trisomía del par cromosómico número 21. "SÍNDROME DE DOWN" (down... down... down...) retumbó en mi cabeza. Te tiras una vida escribiendo páginas, viviendo historias y claro, nunca se te ocurre pensar que hay historias reservadas para tí que tú, ni has escrito ni has planeado. Pues eso, mi hijo nació con Síndrome de Down, que digo yo, que down en inglés es "abajo", que será por el bajón que te entra con la noticia... Bueno, que me estoy yendo. En fin, no creo que a nadie le extrañe que en cuestión de segundos mi mundo se tambaleó. Parecía una bromita pesada del destino, teniendo en cuenta que llevo trabajando casi 8 años en un centro de atención a personas con discapacidad (down... down...), y fueron, son y serán momentos complicados. Pero hubo algo en ese día que parecía empeñado en que yo levantase la cabeza, mirase al frente y cogiese el toro por los cuernos. Y fue el sentido del humor...

miércoles, 23 de febrero de 2011

Hola, ¿hay alguien ahí?...

Todo tiene su momento en esta vida, y no hace mucho que en la mía propia ha habido un punto de inflexión que me ha hecho reflexionar y me ha llevado a hacer justo lo que estoy haciendo en este momento: publicar un blog.
Tras una década lozana, en la que abandoné el post-peterpanismo y me asenté como adulto capaz de hacer algo con su vida, finalmente he visto la luz y he abrazado la cruda, digamos al punto, realidad. Dicho de otro modo, para que se me entienda: tengo 36 años, y los aparento, de cabo a rabo. Parece una tontería, pero no lo es, de ningún modo.
Y claro, hay que echar la vista atrás, y ser consciente de varias cosas:
  1. Hace aaaaaaaños que no cierras ningún bar.
  2. Te quedas dormido viendo el tour de Francia.
  3. En dos de cada tres conversaciones en las que intervienes aparecen "tus hijos".
  4. La última cita que tuviste fue para ir al médico... con tus hijos...
Y podría seguir, y seguir, pero no lo haré, no. Nada de lamerse las heridas. Esto es lo que hay, una feroz transición de treintañero a treintón, de niña a mujer, de "¿tienes fuego?" a "señor, ¿tiene hora?". Y como es inevitable y tenía que pasar, pues eso, publico un blog, que parece ser que es lo que tarde o temprano todo cristo acaba por hacer.
Así que aprovecharé  mi amplio bagaje (mierda, es mi primera entrada y no se si bagaje se escribe así) para ir dejando pinceladas de todo un poco, de aquí y allá, de fogones y bemoles, de mitos y timos y, en fin, de cualquier cosa que se me pase por la cabeza.