Todo tiene su momento en esta vida, y no hace mucho que en la mía propia ha habido un punto de inflexión que me ha hecho reflexionar y me ha llevado a hacer justo lo que estoy haciendo en este momento: publicar un blog.
Tras una década lozana, en la que abandoné el post-peterpanismo y me asenté como adulto capaz de hacer algo con su vida, finalmente he visto la luz y he abrazado la cruda, digamos al punto, realidad. Dicho de otro modo, para que se me entienda: tengo 36 años, y los aparento, de cabo a rabo. Parece una tontería, pero no lo es, de ningún modo.
Y claro, hay que echar la vista atrás, y ser consciente de varias cosas:
- Hace aaaaaaaños que no cierras ningún bar.
- Te quedas dormido viendo el tour de Francia.
- En dos de cada tres conversaciones en las que intervienes aparecen "tus hijos".
- La última cita que tuviste fue para ir al médico... con tus hijos...
Y podría seguir, y seguir, pero no lo haré, no. Nada de lamerse las heridas. Esto es lo que hay, una feroz transición de treintañero a treintón, de niña a mujer, de "¿tienes fuego?" a "señor, ¿tiene hora?". Y como es inevitable y tenía que pasar, pues eso, publico un blog, que parece ser que es lo que tarde o temprano todo cristo acaba por hacer.
Así que aprovecharé mi amplio bagaje (mierda, es mi primera entrada y no se si bagaje se escribe así) para ir dejando pinceladas de todo un poco, de aquí y allá, de fogones y bemoles, de mitos y timos y, en fin, de cualquier cosa que se me pase por la cabeza.
Ah, y que no cunda el pánico, que intentaré no hablar mucho de mis hijos...
No hay comentarios:
Publicar un comentario