viernes, 1 de febrero de 2013

TIENESQUE

     Tienes que llorar. Sí, ya se que acabas de nacer, que estás aturdido y asustado, pero tienes que llorar, porque es lo que está esperando tu madre mientras despatarrada perdida desea escuchar el berrido de su retoño para quedarse tranquila. Así que llora, si no quieres que algún miembro del servicio de salud te de un par de ostias, para que llores por algo. Y tienes que comer, comer mucho. Come, come, come, que no haces peso y tu madre tiene que escuchar en pediatría que no estás en tu talla, que aumente las dosis. Dos tetas no, tres. Come. Y duerme, duerme mucho. Aguanta un poco más sin comer, que tus padres quieren vivir, y están cansados. ¿En qué quedamos, comes o duermes?. Pues ya te has despertado, así que... come, come...

     Tienes que sonreír  Sonríe, borde, que te van a hacer una foto. Y otra vez que miras para otro lado. Sonríe, que les hace ilusión, que todos piensan que les sonríes porque eres todo simpatía, y así se marcharán, pensando "pues yo creo que le he caído bien". Tienes que aprender a sentarte, y a gatear, sobre todo a gatear, que si no gateas, tu desarrollo psicomotriz se puede ver afectado para toda la vida; tu hermano no gateó, pero tú sí tienes que hacerlo, vago redomado. Demontre de niño... y tienes que andar, que ya es hora, que digo, ya es año, y tengo la espalda molida de llevar un peso muerto a cuestas. Y en cuanto te descuides, tienes que controlar esfínteres, que por tu edad ya deberías y tus padres no van a ir a la escuela a cambiar pañales; qué digo, no te dejarán entrar en la escuela, directamente... 

     Tienes que darle un beso a esa señora, que no sabes quién es. Sí hombre, una hermana de una prima segunda de tu padre, que en el pueblo todos somos primos segundos, terceros, cuartos... así que dale un beso y se educado. Y si te da repelús los pelos de su barbilla, te aguntas, que tu madre te está taladrando con la mirada... y no te limpies la cara después del beso, descastado. Y tienes que coger bien la cuchara, y no agachar la cabeza, que no eres un perro, que comes como los pavos. Claro, mira cómo te has puesto. Porque tienes que sentarte bien, y arrímate a la mesa, que estás poniendo el suelo perdido.

     Tienes que hacer los deberes, y hasta que no termines, no te bajas a la calle. Bueno, y si bajas, tienes que abrigarte bien, que hoy hace frío, mucho frío, así que tienes que ponerte el pasamontañas. Sí, sí, sí, te lo pones; ¿qué dices?, ¿que te pica la cara y te asfixias?. Si quieres bajar te lo pones, pero termina los deberes. Y tienes que subir a casa a las seis y media, que ya se hace muy pronto de noche, y no se te ocurra meterte en ningún bar a jugar a las dichosas maquinitas, que un bar no es sitio para niños.

     Tienes que estudiar B.U.P. en el instituto, cuando acabes la E.G.B., porque ha dicho un pedagogo que, debido a tu desarrollo y evolución en el colegio, tu futuro tiene que estar orientado a titularte en una especialidad universitaria. Además, parece que tienes que centrarte en las ciencias, porque es donde has sacado mejores notas. Sin duda, al instituto. Alguno de tus amigos parece que estudiará en F.P., que allí no tendrán tanta exigencia, porque ellos no son tan estudiosos como tú, así que tienen que prepararse para aprender algún oficio, qué se yo, electricista, peluquera... Qué suerte has tenido; tú no serás ni electricista, ni peluquera... serás científico, por lo visto. Vas a cumplir catorce años, así que tienes que hacerte a la idea.

     Tienes que bebértelo de un trago, no vas a ser tú menos, que están todos haciendo lo mismo. Jesús, qué angustia, venga para adentro. Y vaya mierda de música que ponen aquí, pero tienes que quedarte, no te vas a ir sólo a casa. Tienes que aguantarte y esperar... por fin nos vamos. Dios, qué mareo. Tienes que vomitar, pero hazlo ahora, en la calle, ni se te ocurra hacerlo en casa. Tienes que acostumbrarte, que en la universidad las fiestas serán así, o peores. Porque mañana te examinas de selectividad, así que tienes que sacar nota suficiente para poder estudiar lo que quieres. Tienes que aprobar, bueno, algo más de aprobado, que si no, no te llega y tendrías que hacer derecho, o filosofía, y eso no tiene salida ninguna... espera (fin del vómito), espera, si mi opción tampoco tiene salida. Salida, salida... ni siquiera he cruzado la entrada y ya estoy pensando en no poder salir. Definitivamente, tienes que dormir la mona...

     Tienes que prepararte unas oposiciones. Si no, para qué narices has estudiado una carrera. Porque todo lo que estudies ahora, hará que en un futuro ganes más dinero con menos esfuerzo. Tienes que... ¡anda, cuanto tiempo sin vernos!; qué digo, desde el colegio. ¿Y cómo os va la vida, qué hacéis ahora?. Ah, que estáis trabajando los dos... no me digas, ¿que has puesto una peluquería?; y tú, en una empresa de instalaciones eléctricas... ya, ya... no, yo vivo con mis padres. De vez en cuando hago cosas esporádicas, para mis gastos, pero vamos, no como para comprarme un piso, como vosotros... (suspiro). Tienes que moverte, céntrate, el trabajo no va a llamar a tu puerta, algo tendrás que hacer, no vas a estar toda la vida así que...

     ...tienes que trabajar, porque el dinero es lo que mueve el mundo, y no cae del cielo precisamente (más bien se evapora). No está mal el trabajo que tienes, pero no te olvides de que tienes una titulación, y querrás que te vaya mejor en la vida, ¿no?. Fíjate en el hijo de la vecina, que sacó plaza fija en la administración y ahí lo tienes, indefinido con un sueldazo, y ya se ha comprado coche. Bueno, no trabaja "de lo suyo", pero como lo que le  pedían era una licenciatura, pues le ha valido. Porque un licenciado sí que cobra más que un diplomado, ¿no?. Por cierto, tienes que contarnos quién es esa chica que te llama tanto últimamente a casa; a ver si espabilas, que tienes unos años y ahora es cuando hay que hacer las cosas, no vas a ser padre a los cincuenta.

     Tienes que... espera, espera un momento. Paraparaparapara. Porque tienes que parar, digo yo, en algún momento. Ya, cuenta hasta diez. Mejor hasta cien, para ir sobre seguro. Muuucho mejor, más tranquilo y sosegado, dispuesto a seguir con lo tuyo, que a veces nos ponemos a pensar, generamos un bucle infinito de pensamientos y no paramos, y venga, venga, dándole vueltas a lo mismo, y resulta que no, que en absoluto nada es tan grave ni tan indispensable para nuestras vidas. Es muy fácil; básicamente sólo hay que hacer dos cosas a lo largo de nuestra existencia: equivocarnos y aprender. Y si somos capaces de hacerlo, comprenderemos que todos los "tienesque" han podido servir para algo, aunque hayamos tardado mucho tiempo en darnos cuenta. Así que aquí lo dejo, que tengo que terminar de redactar este post... ah, y tú tienes que leerlo...

miércoles, 9 de enero de 2013

COSAS

     Cosas que pasan, que se dicen, que se hacen. Que no obedecen a nada en concreto, o quizás sí, pero en cualquier caso, cosas que acaban por definirnos a las personas, tarde o temprano; cosas que nos humanizan, nos igualan. Detalles que no se percibían con anterioridad, pero que alguien se encarga de mostrar y amplificar, para que digamos "es verdad, no me había fijado". Cosas, son aquellas pequeñas cosas, que cantaba Serrat de tan hermosa manera.

     Cosas como, por ejemplo, que cuando empieza a llover, encogemos los hombros, porque todo el mundo sabe que, de ese modo, no nos mojaremos. O que, llegada cierta edad, en el cenit del andropausismo más exacerbado, los hombres que se suben a un automóvil y no van a conducirlo, se agarran fuertemente al asidero (¿inútil?) que hay arriba, en un lateral. Sí hombre, esa cosa a la que se aferran, aunque el coche no esté arrancado. Es más, en caso de gravísimo accidente, seguramente se podría identificar a la víctima porque su mano quedó anclada en el asidero. Ni cinturón, ni air-bag, ni gaitas...

     O que suene el teléfono, a medio metro escaso de tí, pero no lo coges, no. Porque "será para tí, cariño". O que llegues al restaurante, tu mujer y tú, y que la persona que amablemente te atienda te pregunte, con una sonrisa superlativa: "¿mesa para dos?". Y entonces, tú, con otra sonrisa inabarcable, de dientes apretados, contestas que sí, porque somos dos ¿no?. No se, al menos al salir de casa parecía muy claro. En fin, peor sería ir sólo al restaurante y que también te preguntarán "¿para dos?", señal de que te has pasado tres pueblos estas navidades con los ácidos grasos y los derivados de la uva.

     A veces son cosas que decimos para maquillar la realidad, para adornarla con tintes variopintos y con pinceladas sutiles, de modo que llega un momento en el que olvidamos la verdad primigenia. Qué se yo... sobremesa tras la comida, en el televisor finaliza el telediario, o puede que vayan a dar el parte meteorológico. Si a esto le añadimos un sofá, una mantita, unos brazos cruzados en la pechera y, generalmente, una frase del tipo "ya era hora de que me sentara hoy", el resultado más que probable es, por orden, una boca semiabierta, unos generosos ronquidos (mira que lo dudo, que yo no ronco) y, una vez más, un parte meteorológico que se va al limbo. Tras una media hora, puede que más, nuestra querida señora, que no he explicado antes que esto es muy de señoras, aunque extrapolable a toda la humanidad, abre los ojos como sobresaltada, como si hubiera hecho algo malo, exhala un suspiro y un carraspeo y dice aquello de "uy, parece que me he quedado transpuesta"... como si hubiera estado pensando en sus cosas. Yo os aseguro que, por mucho que piense, y tampoco es algo que haga a menudo, la verdad, nunca he sufrido como efecto secundario la segregación de baba con recorrido latero-bucal combinada con resequedad de hueco palatino. Yo, como todo hijo de vecino, me quedo sobao como un dulce pasiego, y ancha es Castilla.

     Pero eso sí, casi nunca asuntos de gravedad. Son pequeñas cosas, inocentes y a menudo imperceptibles, que puede que no cambien el mundo con su existencia, pero tampoco lo van a desmoronar. Qué complicado es cambiar el mundo, ¿verdad?. Somos todos tan comunes y vulgares, tan poco influyentes, tan pequeños, inocentes e imperceptibles, que pensamos que nada de lo que hagamos trascenderá, ni será importante; nunca seremos los protagonistas de la historia, ni siquiera secundarios. Si acaso seremos los figurantes, haremos bulto sólo para que la escena se vea bonita, pero sin abrir la boca, pues nuestro papel no tiene texto. Y así sucede, que hay muchas pequeñas cosas que dejamos de hacer, porque pensamos que poco importarán nuestros actos o decisiones, y más cuando son tan ínfimos. Entonces, dejaremos de firmar apoyando una causa porque como no va a servir de nada, ¿no?; no pondremos una reclamación, aunque haya motivos y tengamos la razón por bandera; diremos que "sí", aunque nuestro corazón y nuestra conciencia siempre nos ha dicho que "no"; no daremos aquel beso que tanto deseábamos, no cogeremos ese tren, no emprenderemos el sueño de nuestras vidas (porque no es el momento, claro, nunca es el momento), no haremos esa llamada, no dejaremos nuestro trabajo... dejaremos de hacer una serie de cosas y nuestra vida seguirá igual que siempre, sin sobresaltos. Porque nada de lo que hagamos, de lo que hacemos, hace que este mundo mejore de lo suyo...

     Os propongo una cosa sencilla, muy sencilla, inocente y seguramente banal e imperceptible; os propongo que en el plazo de 24 horas firméis apoyando una causa en la que creéis, decid "no" cuando no queréis, dad los besos que sentís necesarios, coged un tren, recordad vuestro sueño (que lo tenéis  seguuuuro), haced esa llamada... lo de dejar el trabajo... no os preocupéis, de eso ya me encargo yo... no hagáis nada grandilocuente ni exagerado, ni grandes obras. Sólo pequeños gestos, pequeñas cosas, que son las que sin duda alguna, realmente mueven el motor de las vidas, de la tuya, la mía y la de todos los demás. Yo, desde luego, pienso seguir encogiendo los hombros cuando llueve. Espero sin duda llegar a viejuno, montarme en un coche y aferrarme al asidero con las dos manos, y por descontado, quedarme transpuesto todas las veces que haga falta, sobre todo si en ese intervalo más o menos breve he tenido tiempo de soñar con emprender una pequeña aventura, puede que simple, pero que seguro cambiará mi vida y la de los seres que me rodean.

     Así son las cosas...