sábado, 28 de mayo de 2011

El mundo no es como es...

...el mundo es como yo digo que es. Así reza una canción de Mamá Ladilla, banda bizarra donde las haya, verborreica y gramaticalmente impecable. ¿Cómo decía otro...? ah sí, "así son las cosas y así se las hemos contado". O esto es así, porque sí y punto, que para eso soy tu padre y cállate ya niño y vete a ver los dibujos, coño qué pesadito es tu hijo cariño; porque cuando los hijos dan por saco, son de sus madres, claramente, al igual que son de sus padres cuando hay que presumir. Y no me negareis que esto sí que es así y punto.

Hay cosas, situaciones o personas que se explican por sí solas, y no ha lugar a interpretación. El agua es un líquido, la primavera la sangre altera y el hecho de que exista Belén Esteban viene a demostrar que en este mundo tiene que haber de todo. Sin embargo, esta lengua castellana que algunos intentamos practicar, se empeña con su riqueza en hacernos la vida más compleja y a estar continuamente interpretando segundos, y hasta terceros significados. Hay tanta frase hecha y tanta expresión popular que en múltiples ocasiones decimos cosas que no son, o las cosas no son lo que decimos, o significan otra cosa distinta de lo que decimos... veis lo que os digo...

Ejemplo: el mando a distancia. Preparaos que voy. En este mundo inmediato y veloz, inalámbrico y hertziano, se supone que hacemos multitud de tareas sin movernos del sitio, como hablar por teléfono, comprar un kit para hacer cervezas en internet o cambiar de canal... con el mando a distancia, claro... sí, sí... y se llama "mando a distancia" y está muy bien puesto el nombre, porque, al menos en mi casa, el mando sieeeeeempre está a distancia, pero a distancia del interesado. Nueve de cada diez veces, permanece al ladito del televisor. Ahí puedes estar, capullo.

Vaya invento el teléfono. El señor Bell se quedó agustito de liar la que ha liado. Y ya era suficientemente espectacular el hecho de hablar con alguien en la distancia. Pues no, vamos a rizar el rizo y a prescindir de los engorrosos cables, para que nuestra libertad sea total y seamos capaces de hablar  y hacer otra cosa al mismo tiempo. Dispositivo inalámbrico, decimos. Y suena el teléfono, que será para tí, cariño, porque siempre es para tí. Y dónde estará el muy bellaco, que suena y suena y no lo encuentro. Pues ¿dónde va a estar un dispositivo sin cables?: ahí, en su base de recarga, no vaya a ser que se nos gaste la batería en cinco minutos. Así que, divinamente, suena el teléfono, ¿lo coges o no lo coges, cariño?, y en lugar de tenerlo a mano, recorremos toooooooda la casa hasta llegar a la base de la que no se ha movido en la última semana. Lo mismo hay algún cable invisible que no vemos...

Siglos y siglos de pavoneo cervantino, presumiendo de gramáticas nebrijanas, para que luego alguien cercano nos acabe diciendo aquello de "anda, pásame el ese, eso... que está ahí, donde el este...". Y como se que te gusta el arroz con leche, por debajo la puerta te paso un ladrillo. Por no hablar del arte de la abreviatura y acotación empleada en chats, SMS o similares. Vamos, que descubre hoy en día Napoleón nuestra particular piedra rosetta y lo flipa en colores. Y así pasa, que el mundo ya no es como es, es como cada cual dice que es, en cada momento, en cada situación y en cada contexto. Y las cosas van cambiando su significado y los conceptos se relativizan. Lo que está muy bien, puede estar que te cagas, o que te mueres. Cualquiera que nos oiga allende la piel de toro alucina, vecina, y piensa que tenemos una severa diarrea que nos provocará un descenso abrupto de electrolitos, desencadenando un shock irreversible incompatible con la vida.

Menos mal, que, por si acaso no nos han quedado claras las cosas, siempre habrá alguien aficionado a espetar aquello de "¿me entiendes lo que te quiero decir?". Diosss, si es que lo estoy escribiendo y me revuelvo en el teclado. Claro que, para rematar, todavía puede empeorar la cosa si el interlocutor es de los que acostumbra a terminar los monólogos que él llama conversaciones con "¿tengo razón o no tengo razón?". Pues ya que lo preguntas, no la tienes, idiota. Porque el mundo no es como es, el mundo es como yo digo que es.

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